Leonardo Gala Echemendía, escritor. Cuba. (*)(**)
Más de una década transcurrida luego del año dos mil, la ciencia ficción cubana es uno de los géneros de la literatura popular en la isla mayor del Mar Caribe que comienza a dar muestras de recuperación luego del llamado “Periodo Especial”. No sólo la cantidad de textos publicados, también la incipiente evolución de sus autores, y el tibio pero progresivo reconocimiento de su potencial cultural como necesaria “literatura de ideas”, en medio del reordenamiento social al que sin prisa, pero sin más remedio —que no pausa— se encuentra abocada hoy la sociedad cubana. Una nueva oleada de autores interesados en hacer ciencia ficción ha logrado publicar sus obras en un tiempo relativamente rápido, a contrapelo de que la posibilidad de poder lograrlo pareciera poco menos que imposible a inicios de siglo.
En los inicios…
Más de una década transcurrida luego del año dos mil, la ciencia ficción cubana es uno de los géneros de la literatura popular en la isla mayor del Mar Caribe que comienza a dar muestras de recuperación luego del llamado “Periodo Especial”. No sólo la cantidad de textos publicados, también la incipiente evolución de sus autores, y el tibio pero progresivo reconocimiento de su potencial cultural como necesaria “literatura de ideas”, en medio del reordenamiento social al que sin prisa, pero sin más remedio —que no pausa— se encuentra abocada hoy la sociedad cubana. Una nueva oleada de autores interesados en hacer ciencia ficción ha logrado publicar sus obras en un tiempo relativamente rápido, a contrapelo de que la posibilidad de poder lograrlo pareciera poco menos que imposible a inicios de siglo.
En los inicios…
Para aquellos que siguen, tanto de cerca como de lejos, el devenir de la historia del género en la isla, son indudables buenas noticias. Según el prólogo inicial de Crónicas del Mañana se consideran tres las etapas por las que ha pasado la ciencia ficción cubana. La primera, denominada como etapa de los pioneros; comenzaría en 1964 con la publicación de “¿Adonde van los cefalomos?” y “La ciudad muerta de Korad” de Ángel Arango y Oscar Hurtado, respectivamente. Adicionar “El orate andrajoso”, de Miguel Collazo, y la incipiente ciencia ficción cubana tiene tres libros bien logrados, y que van a marcar sendas que autores posteriores continuarán explorando y desarrollando: la preocupación filosófica acerca del devenir último de la Humanidad en el futuro; y la combinación del muy cubano choteo con la extrapolación al futuro de los problemas sociales del presente.
Considerado como un movimiento literario de avanzada, la ciencia ficción es percibida en estos inicios por las autoridades culturales de la época como algo necesario para los lectores cubanos en la nueva senda político-ideológica adoptada por el país (declarada ya) hacia el comunismo. Los libros publicados por las editoriales cubanas en este período van a ser, fundamentalmente, un grupo selecto de obras de autores precursores de este género, como H.G. Wells, Julio Verne y Edgar Allan Poe; varias obras clásicas de la cercana Edad Dorada norteamericana; y colecciones de las primeras obras de un pequeño grupo de autores nacionales, gracias a la labor tanto de Arango como de Hurtado, aunque a este último se le suela reconocer más su faceta de divulgador. A eso se le va a sumar bien pronto un flujo constante de obras de la ciencia ficción soviética, que en el transcurso de pocos años quedan como única opción, ante el cambio de política cultural que se produce a principios de los años 1970s, en la época del Quinquenio Gris.
Segundo comienzo, los años 1980s.
Segundo comienzo, los años 1980s.
¿Pero te pasas la vida probándolo todo una vez? —preguntó Montag.
A veces dos —respondió Clarisse.
Fahrenheit 451, Ray Bradbury
La segunda etapa de la CF cubana estaría signada por la aparición de un premio en 1980, la categoría de ciencia ficción de los Premios David, convocados por la UNEAC. Verdadero boom cultural para los lectores cubanos, gracias a que es esta la década de mayor bonanza económica de la época revolucionaria. Esta segunda etapa permitiría vivir a la ciencia ficción cubana lo que indudablemente ha sido su Edad Dorada en la isla, no solo por la aparición de autores con una muy personal voz narrativa como Daína Chaviano, Agustín de Rojas, Chely Lima, Alberto Serret, o F. Mond; también en esta etapa se alcanzarían unas tiradas editoriales y un seguimiento de la obra de sus autores por parte del lector cubano, que no han vuelto a ser superados; y que permiten reconocer el profesionalismo del campo editorial cubano de la época. Dentro de las obras más recordadas de esta etapa estarían “Fábulas de una abuela extraterrestre”, e “Historias de hadas para adultos”, de Daína Chaviano; la trilogía de novelas “Espiral”, “Una leyenda del futuro”, y “El año 200”, de Agustín de Rojas; la saga compuesta por las novelas “Con perdón de los terrícolas”, “¿Donde está mi Habana?”, “Cecilia después o, ¡por qué La Tierra?”, y “Krónicas Koradianas”, de F. Mond; “Kappa 15”, de Gregorio Ortega; y colecciones de cuentos como “Espacio Abierto”, y “Consultorio terrícola” de la dupla Chely Lima - Alberto Serret.
La segunda etapa de la CF cubana estaría signada por la aparición de un premio en 1980, la categoría de ciencia ficción de los Premios David, convocados por la UNEAC. Verdadero boom cultural para los lectores cubanos, gracias a que es esta la década de mayor bonanza económica de la época revolucionaria. Esta segunda etapa permitiría vivir a la ciencia ficción cubana lo que indudablemente ha sido su Edad Dorada en la isla, no solo por la aparición de autores con una muy personal voz narrativa como Daína Chaviano, Agustín de Rojas, Chely Lima, Alberto Serret, o F. Mond; también en esta etapa se alcanzarían unas tiradas editoriales y un seguimiento de la obra de sus autores por parte del lector cubano, que no han vuelto a ser superados; y que permiten reconocer el profesionalismo del campo editorial cubano de la época. Dentro de las obras más recordadas de esta etapa estarían “Fábulas de una abuela extraterrestre”, e “Historias de hadas para adultos”, de Daína Chaviano; la trilogía de novelas “Espiral”, “Una leyenda del futuro”, y “El año 200”, de Agustín de Rojas; la saga compuesta por las novelas “Con perdón de los terrícolas”, “¿Donde está mi Habana?”, “Cecilia después o, ¡por qué La Tierra?”, y “Krónicas Koradianas”, de F. Mond; “Kappa 15”, de Gregorio Ortega; y colecciones de cuentos como “Espacio Abierto”, y “Consultorio terrícola” de la dupla Chely Lima - Alberto Serret.
En esta segunda etapa se aprecia, además, un interés marcado por recuperar la obra de los pioneros del género, en particular la de Oscar Hurtado. Daína Chaviano recopila y publica en estos años textos de este autor que nunca vieron la luz; y que arrojan una perspectiva interesante sobre la persona excéntrica a la que la literatura cubana debe la creación de varias colecciones editoriales, una de las cuales (Dragón), todavía está en activo.
La desaparición del Premio David de ciencia ficción, en el año 1990, coincide con otro nuevo momento de desencuentro entre la realidad económica del país y su continuada evolución cultural. Otorgado en sus inicios a obras con una marcada influencia de la CF de los más cercanos proponentes de la New Wave, y de las películas futuristas que llegaban del campo socialista; el listado de obras premiadas por el David comprende títulos imprescindibles para el lector de aquellos años, como “Los mundos que amo”, de Daína Chaviano; “Espiral” de Agustín de Rojas; “Beatrice”, de Féliz Lizárraga; “Amor mas acá de las estrellas”; de Rafael Morante; “Timshel” de Yoss, y “La poza del ángel” de Gina Picart. Esperemos que su reactivación, a partir del año 2015, vaya de la mano de la calidad de estas obras tan recordadas.
Publicar o… publicar: la tercera etapa.
Do, or do not. There is no try
Master Yoda, The Empire Strikes Back
Una tercera etapa, signada por la inesperada carestía editorial de principios de los años 1990s, la influencia de tendencias narrativas asociadas a la postmodernidad como la intertextualidad y el pastiche, así como una marcada tendencia hacia la estética ciberpunk; llegaría con la irrupción del apagón cultural que sobreviene cuando el país entra en el denominado Período Especial. Son años en que las editoriales cubanas paran abruptamente de funcionar; tanto ante la falta de recursos, como ante un sistema que se resiste a las posibilidades de la autogestión editorial, o a la inversión extranjera en el sector. Es esta etapa sobretodo de perseverancia, en la que Cuba ve partir a muchos de sus exponentes de la etapa precedente, junto a algunos que ya descollan, entre ellos Vladimir Hernández, principal impulsor del ciberpunk en Cuba.
Una tercera etapa, signada por la inesperada carestía editorial de principios de los años 1990s, la influencia de tendencias narrativas asociadas a la postmodernidad como la intertextualidad y el pastiche, así como una marcada tendencia hacia la estética ciberpunk; llegaría con la irrupción del apagón cultural que sobreviene cuando el país entra en el denominado Período Especial. Son años en que las editoriales cubanas paran abruptamente de funcionar; tanto ante la falta de recursos, como ante un sistema que se resiste a las posibilidades de la autogestión editorial, o a la inversión extranjera en el sector. Es esta etapa sobretodo de perseverancia, en la que Cuba ve partir a muchos de sus exponentes de la etapa precedente, junto a algunos que ya descollan, entre ellos Vladimir Hernández, principal impulsor del ciberpunk en Cuba.
Pero también esta tercera etapa va a verse caracterizada por una progresiva y saludable articulación del fandom nacional, ante la nula respuesta de las instituciones culturales en reflejar lo que sucede con el género, que está hablando en clave futurística de una Cuba en la que el desaliento por la realidad de los continuos virones de la política económica han reemplazado las visiones más optimistas del discurso oficial de la década anterior en lo que a visión de futuro se refiere; pero a la que le cuesta despegarse del pasado y los valores que ha construido a lo largo de los años del proceso revolucionario. No es de extrañar que sea asumida la estética ciberpunk en la obra de muchos de estos autores, con su carga distópica y cínica; particularmente en Vladimir Hernandez, Michel Encinosa y Juan Alexander Padrón. En particular, además, se establece el espacio del Taller Literario como lugar, no sólo de encuentro de los cultores del género, sino también como sitio desde el cual se critica con fuerza el derrotero editorial que tanto preocupa por estos años, dejado literalmente a mejores tiempos. En particular, la labor del Taller Espiral es de suma importancia para la aparición de nuevos escritores, como Anabel Enríquez, Ricardo Acevedo, Erick Mota, o Juan Pablo Noroña, por solo citar algunos ejemplos.
Para finales de la década comienzan a abrirse nuevamente las puertas de las editoriales, y aparece un nuevo premio, el “Luís Rogelio Nogueras”, de la editorial Extramuros, en La Habana. También es en esta época cuando se establecen contactos con editoriales extranjeras, y se publican varias antologías de ciencia ficción cubana en Argentina y México: “Polvo en el viento” y “Horizontes probables”, respectivamente. En Cuba, ve la luz la antología “Reino Eterno”, que reúne relatos de ciencia ficción y fantasía, género en el que también suelen probar fuerzas los autores de esta etapa; como Michel Encinosa, o Juan Pablo Noroña. Los años de inicio de siglo son aún más promisorios para los autores de esta etapa, y aparecen nuevos premios, como el “Calendario” y “La Edad de Oro”, de las editoriales Gente Nueva y Abril. Con un número creciente de publicaciones, esta etapa va indudablemente de menos a más, y permite vislumbrar un escenario futuro en el que la ciencia ficción sea presencia, si no constante, al menos frecuente en las librerías cubanas. Los mejores libros de la etapa: “Al final de la senda” y “Se alquila un planeta” de Yoss; “Niños de neón” y “Dioses de Neón”, de Michel Encinosa, y “Nova de cuarzo”, de Vladimir Hernández.
Si bien se aprecia un progresivo incremento en los libros publicados del género para mediados de los años 2000, y aumenta progresivamente el número de libros publicados, la mayor parte de éstos siguen consistiendo en colecciones de relatos (fundamentalmente antologías), o noveletas. Son publicadas en esta etapa muy pocas novelas nacionales del género, fundamentalmente por escritores profesionales como Yoss, o Eduardo del Llano. Algo que no es de extrañar, dado lo azaroso y demorado que es todavía poder publicar en Cuba.
Una nueva esperanza, y el camino adelante.
A falta de mejor precisión, considero que con la aparición en 2009 de “Crónicas del Mañana”, vendría a cerrarse esta tercera etapa, y comenzaría una nueva . En palabras del escritor Juan Pablo Noroña “finalmente, la CF es algo así como parte de la literatura cubana, aunque sea por decreto oficial”. Dicha aceptación “de facto” ha impulsado posiblemente que desde el 2009 que no sea ya la ciencia ficción ese género que debe demostrar su valía literaria a la hora de conformar los planes editoriales. Esta nueva etapa no va a encontrarse libre de problemas heredados de épocas precedentes (el plan anual editorial cubano, para mantener bajo la lupa a ese mecanismo heredado de la planificación centralizada, utiliza un sistema de cuotas de libros por autor que constriñe en particular a autores de géneros como la fantasía, y la ciencia ficción, caracterizados por generar sagas de novelas en las que se expande el universo ficcional propuesto en la primera entrega). Pero sí se aprecia en esta nueva etapa una asimilación de las enseñanzas de etapas anteriores, así como una comprensión de la necesidad de un bagaje crítico y una mejor preparación a nivel literario, cuyo mejor reflejo es el hecho de que varios de los autores de esta etapa han sido egresados del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Quizás la persona que más vocal ha sido al respecto ha sido el escritor Raúl Aguiar, quien funge como uno de sus profesores.
En última instancia, sin embargo, es la aceptación de los textos disponibles por parte de las editoriales lo que hace posible la cantidad de obras publicadas de este nuevo período. Obras que deben “competir” por reservarse un espacio en el plan editorial anual cubano, sin que medien en este proceso (por lo general) cuestiones como la viabilidad económica de la publicación de los libros aprobados; o los reclamos de los encuestados durante las Ferias anuales del Libro en La Habana, y el resto de las provincias. Cuestión que, a su vez, trae aparejada la casi inexistente re-impresión de libros que han demostrado captar el interés de los lectores, y que dejan por tanto de estar en circulación.
En rasgos generales, la etapa en curso para la ciencia ficción cubana se caracteriza por ser una transición evolutiva, y no el nuevo recomienzo tras el abrupto fin de la etapa anterior. Un elemento a señalar es la estabilización de un conjunto de premios centrados en ciencia ficción y fantasía por parte de editoriales de alcance nacional, y la presión constante para que se recupere el Premio David, lo cual ocurre en el 2015. Los premios Calendario (Abril), Edad de Oro (Gente Nueva), Luís Rogelio Nogueras (Extramuros) e Hydra (Abril) de esta etapa han constituido quizás el incentivo más grande a corto plazo para los autores de ciencia ficción, muy atractivos tanto por su monto como por la posibilidad que brindan de publicar a los ganadores, a sabiendas de que deben probar sus fuerzas no solo entre sí; también contra escritores que no son del género. Más allá de cierta molestia pasajera con algunos de los fallos de estos concursos, considero que esta competencia desde fuera de lo considerado como fronteras del género (siempre imprecisas en rigor, por cierto) ha sido beneficiosa, e indudablemente necesaria. Además de los premios antes mencionados, habría que citar también el premio de cuento de la revista Juventud Técnica, con más de 30 años convocando a nivel nacional e internacional.
A nivel temático, si bien existe todavía un marcado interés por la estética ciberpunk, también aparecen nuevas vertientes que son exploradas, y aparecen obras de New Space Opera (Yoss, Super extra grande, Condonautas), la fantasía heroica (Michel Encinosa, Sol Negro, la Guerra sin ti), la ciencia ficción hard (Leonardo Gala, Aitana), la neomitología (Elaine Vilar, Salomé) o la ucronía (Víctor Hugo Pérez, Los endemoniados de Yaguaramas). No obstante, el ciberpunk sigue siendo la estética predominante para muchos de los autores de esta etapa en curso, destacándose en particular las obras de Erick Mota (Habana Underguater), y Denis Mourdoch (Dentro de la boca del lobo). En particular se aprecia un interés por explorar nuevas corrientes y subgéneros, aunque por lo general se aprecie una influencia generalizada de los herederos estilísticos del ciberpunk.
En esta etapa es también cuando más organizado logra estar el fandom nacional, cuyos eventos alcanzan una periodicidad sistemática. Programado por el Proyecto Dialfa Hermes desde 2008, el evento anual Behíque alcanza ya las nueve ediciones consecutivas en este 2016, en las que se exponen trabajos teóricos sobre el género fantástico (denominación bajo la que se engloba a la fantasía, la ciencia ficción y el terror) y se premian cuentos, cómics y afiches realizados por aficionados; lo que atrae a gran cantidad de público, fundamentalmente jóvenes. Para el año 2011, el Behíque es considerado un punto de encuentro infaltable para los aficionados de todo el país, que planifican venir a La Habana específicamente desde sus provincias durante los dos días que dura el evento. Además de ello, se organizan eventos provinciales del fandom, como el Villaficción 2013, o Hanami 2014 (este dedicado por completo a la influencia de la cultura japonesa en Cuba), y centrado en la ciencia ficción en el animé; y los eventos FreakZone en Ciudad de La Habana.
Estos eventos se asemejan en el formato empleado en las convenciones internacionales más conocidas, como la ComicCon de San Diego (por supuesto, sin un desmedido merchandising detrás), y permiten un espacio en el que interactuar con los autores nacionales, tener información sobre las nuevas publicaciones, divulgar novedades del cine y la televisión; así como brinda un espacio en el que las editoriales nacionales pueden poner a la venta las obras publicadas en el año. Si bien el Behíque es el mayor evento del fandom a nivel nacional, el Grupo Dialfa se reúne periódicamente los últimos sábados de cada mes en la Biblioteca Rubén Martínez Villena de La Habana, donde se brindan conferencias relacionadas con el fantástico en su definición más amplia. Ha sido de una importancia cardinal para este proyecto la concepción de su Coordinadora, Sheila Padrón Morales, de que Dialfa sirva de plataforma para divulgar cuanto se hace en Cuba, y se utilice el espacio ganado por el mismo para que artistas, escritores y divulgadores puedan entablar un contacto sistemático con el aficionado cubano.
El Taller Espacio Abierto, por otra parte, convoca desde el 2009 el Evento Teórico de Ciencia Ficción y Fantasía Espacio Abierto, al que asisten investigadores nacionales e internacionales con ponencias de un corte más académico. Con siete ediciones ya, este evento también entrega premios de cuento, en las categorías de ciencia ficción, fantasía y poesía; lo que genera un interés extra para los escritores que no cultivan la prosa. Los escritores Carlos Duarte Cano, Elaine Vilar Madruga, Raúl Aguiar, Jeffrey López Dueñas y Gabriel Gil, fungen como coordinadores de este taller, a los que habría que sumar en sus inicios a los escritores Juan Pablo Noroña y Eliette Lorenzo.
Conclusiones
Más allá de lo alcanzado, sin embargo, subsisten todavía insatisfacciones para los lectores y autores del período actual de la ciencia ficción cubana. La principal, que el género se sigue considerando poco más que literatura para niños y jóvenes; cosa que limita mucho el diapasón de obras que se publican. Es irónico que, aún hoy, poder publicar ciencia ficción sea inseparable del debate acerca de si escribir dentro de las convenciones genéricas de la fantasía, la ciencia ficción y el terror permite producir buena literatura. Si bien los autores más arriesgados, como Yoss o Michel Encinosa, suelen publicar obras en las que el componente sexual y político es inherente a la historia, las normas por las que se rigen las editoriales más abiertas al género, como Gente Nueva y Abril, especifican que su público objetivo son los niños y adolescentes. De ahí que las temáticas de las obras publicadas deban acogerse a determinadas “contenciones” respecto a la trama y el lenguaje. Como toda limitación formal, es en la prueba creativa de estos límites donde se encuentra la posibilidad más interesante del género para los próximos años: poder hablar del mundo al que está entrando la Cuba que resultó de la Revolución; detenida en cierta forma en los códigos geopolíticos de la época de la Guerra Fría; y que hoy debe enfrentarse a un mundo donde la lógica del desarrollo tecnológico y el capital global avizoran en el horizonte crisis de muy difícil comprensión, no digamos ya resoluciones posibles.
Es también un reclamo insistente la necesidad de ponerse al día con lo que se escribe muy cerca de Cuba; fundamentalmente en Latinoamérica y el Caribe. Esta situación comienza a revertirse con la aparición de colecciones específicas para la ciencia ficción y la fantasía, como Ámbar, de gente Nueva, que publican no sólo a autores nacionales, también a clásicos del género, y muy recientemente a autores de habla contemporáneos del género; como Jorge Valentín Miño (Ecuador), o Laura Ponce (Argentina), por sólo citar dos ejemplos. Los contactos vía Internet son cada vez más frecuentes, pero hay que recordar que Internet cuenta en Cuba con uno de los índices de utilización más bajos del continente, situación esta que si bien ha recibido un impulso en el mejoramiento de la conectividad cubana tras el inicio del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos desde finales del 2014, aún es insuficiente.
Y es que tener acceso a la obra de los escritores de países que comparten características históricas con Cuba, y tienen idiosincrasias similares, como Puerto Rico y República Dominicana, reviste una necesidad cada vez más perentoria, como se puso de manifiesto durante las dos ediciones del Congreso Caribeño de Ciencia Ficción, organizado por los escritores Melanie Pérez Ortiz y Rafael Acevedo; realizados en San Juan, Puerto Rico en 2014 y 2015, y a los que asistieron los escritores de estos tres países. Algo que también cobra relevancia con el pasar de los años es el rescate de la memoria histórica de la ciencia ficción en nuestros países; en particular de una recopilación de las primeras obras del género de las tres islas antes mencionadas, pero sin descuidar hablar del día a día.
De esa Cuba presente, y de su visión extrapolada a un futuro —que de por sí parece más de ciencia ficción que mucha de la mejor literatura ya existente del género— se seguirá nutriendo la ciencia ficción cubana que, a pesar de los pesares ni se fue, ni se olvidó de su país, sino que ha regresado en esta nueva etapa para no ser pasada por alto.
Obra citada:
Mañach, Jorge. Indagación al choteo,. Versión digital de la revista Calibán: http://www.revistacaliban.cu/clasico.php?numero=9
Noroña Lamas, Juan Pablo. “Decálogo de la ciencia ficción cubana”. En: Cuenta regresiva 2, Ciencia Ficción en Cuba: http://dainachaviano.files.wordpress.com/2012/01/cuenta-regresiva-02-ciencia-ficcic3b3n-en-cuba.pdf.
de la Torre, Javier. La ciencia ficción en Cuba y la etapa del Quinquenio Gris, por. Sitio de Literatura Cubana “La Islíada” http://www.isliada.org/ensayo/2012/12/la-ciencia-ficcion-en-cuba-y-la-etapa-del-quinquenio-gris/
Yoss, Antología Crónicas del Mañana, ed. Letras Cubanas, Cuba, 2009.
---
(*) Artículo escrito para la revista La Torre de la Universidad de Puerto Rico, con motivo de un número especial dedicado al género fantástico en la literatura caribeña.
(**) Publicado como prólogo a la antología Órbita Juracán: cuentos cubanos de ciencia ficción
No hay comentarios:
Publicar un comentario