Existen algunos que consideran todavía que la ciencia ficción no trata del
presente.
Sí, los hay que dicen que el género es un refugio para los que desean
escapar de su realidad inmediata. Que toda esa literatura de robots, naves
espaciales, Imperios Galácticos, viajes en el tiempo, o universos paralelos; no
pasa de ser más que una forma de entretenimiento escapista. Son aquellos de
mente exclusiva y binaria, para los que siempre existirán dos campos, la
literatura seria y la literatura de género. Interesante forma de pensar que,
por cierto, les permite no albergar ninguna duda cuando tienen ante sí una obra
de ciencia ficción de indudable mérito: ESO no es ciencia ficción, y punto. Es
que la ciencia ficción, para ellos, no
trata de aquí y ahora, sino de… de otra cosa, ¿no?

Estamos
a punto de ser inspeccionados, el primer cuento del libro, es una buena
carta de presentación de lo que serán el resto de los relatos. La historia (que
a más de un lector enterado le recordará por momentos el clásico relato Fue a echar una ojeada a los caballos) satiriza
la escasez de miras típicamente burocrática ante un hecho insólito: ha
aparecido un hombre misterioso, y su conocimiento de la historia entra en
conflicto con los de los guardias costeros que lo han capturado, y sus jefes
superiores. ¿De dónde ha salido este hombre? ¿Cómo ha llegado hasta este sitio…?
Más que inquietudes, estas preguntas representan una verdadera incomodidad para
los sucesivos carceleros del hombre: están a punto de ser inspeccionados, pero se
hallan con un asunto inexplicable en las manos, lo que puede dar al traste con
promociones y ascensos. No contaré la historia, pero sí quiero señalar que este
no es el único cuento del libro en que los personajes parecen estar ansiosos
por quedar bien ante cierta meritocracia muy corta de miras, aunque alrededor
el mundo pueda estar, literalmente, desarmándose en pedazos.
Irónico y absurdo —que no sólo la CF nutre este libro— flota por los
cuentos de Delicados Procesos una
atmósfera de cierta resignación laboriosa, con la que los personajes intentan
llenar su diario bregar ante la carencia, al parecer, de metas más elevadas que
lograr cierta estimulación alimenticia,
o la necesidad de mantener la buena opinión del colectivo. Si a eso sumamos la
diversidad de escenarios, que abarca desde cuentos situados en el campo cubano
(Como espina clavada en el pecho),
hasta una invasión de zombis (Bendita sea
La Habana); no me queda más que recomendarles que busquen y lean este
libro.
Y allá de esos que siguen creyendo, hoy día, que la CF cubana no trata del presente.
Leonardo Gala, enero de 2012.
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