Entre las películas de cf que vi en la década de los 90s, siempre recuerdo una que me pareció sorprendente: Johnny Mnemonic. Fue en el 96, en el Festival de Cine de La Habana, en la muestra de cine canadiense del Acapulco. Me gustó sobretodo porque era demasiado “cercana”. Nada de naves espaciales, mutantes, telépatas, extraterrestres, viajes en el tiempo o robots, como casi todas las películas de cf que recordaba de los 80s. No, Johnny… era una cf “de calle”, de negocios del bajo mundo con la élite de las corporaciones, de un presente sin futuro, y al parecer hasta sin necesidad de pasado. El protagonista había sacrificado sus memorias de la infancia para alquilar el espacio libre en su cerebro como almacén de información, y cargaba consigo a todas partes la duda sobre quién era él realmente. A la salida del cine me pregunté como sería escribir una historia como esa, y para cuando llegué a mi casa, ya estaba decidido a intentar escribir mis historias cf en adelante en ese “estilo”.
El “estilo”, por supuesto, era el del ciberpunk, y se podría resumir a grandes rasgos como el encuentro entre “la alta tecnología y la baja vida”. El ciberpunk eran el ciberespacio y los hackers, el tráfico de información y los bio-implantes, la nanotecnología y las inteligencias artificiales, sí; pero para mí era también una posibilidad de indagación en el interior de la persona postmoderna común y corriente, tan sobrecargada de información y desencanto. El ciberpunk, que ya estaba vivo y coleando desde los 70s, que había ganado autoconsciencia a principio de los 80s, y que había superado y desplazado como movimiento a la New Age para siempre desde la publicación del Neuromante del mismo William Gibson de Johnny…, era visto en los 90s como una estética de vanguardia. Pero en Cuba, en el 96, Internet estaba empezando y tener acceso parecía más de ciencia ficción que el mismísimo ciberespacio. Y William Gibson era un escritor tan desconocido y mítico entre mis amigos como K. Dick, Bukowski, Kundera, o Mishima, y tan remoto de ser publicado aquí algún día como ellos. ¿Qué era el ciberpunk para mí en el 96? La verdad, en esa época no sabía casi nada del movimiento. Pero sí sabía que, si quería escribir cf en serio, el camino pasaba por el “estilo” de Johnny…
Había en la historia de Johnny… una especie de tribu urbana, muy tecnologizada: los loteks. Lo de low, bajo; tek de technology, gente de baja tecnología. Lotek vs hi-tech, una denominación contracultural, una subversión de un significado implantado por expertos de mercadotecnia. El concepto del lotek me gustó. Marginales generados por el desarrollo, gente preparada, pero para los que la sociedad no tiene un lugar, así que se lo tienen que buscar, y defenderlo tanto de las mafias como de los monopolios, tanto del gobierno, como de gente como ellos mismos. Gente con un sentido aguzado para aprovechar la oportunidad, para lidiar con los productos que el progreso tecnocientífico desarrolla, y que rápidamente desecha. Nada que ver con esos hambreados de las imágenes del noticiero de tantas noches (que por supuesto, existen), rodeados de moscas, a la espera de la ayuda de los organismos internacionales. No, esos marginados, esos loteks, nunca esperarían de nadie una mano. Quizás hasta la arrancarían del brazo que les tendiera una.
Así que en el 96 decidí escribir mi primer cuento en el “estilo” de Johnny… con “algo así como” un lotek como personaje principal. Dicho lotek era al principio una persona normal, que se vuelve adicto a una red “de baja velocidad”: Bajavel (Lo-Vel, para ser consecuente con los lo-teks). Al cuento le puse de título Sigue esa flecha, y aunque nunca me dejó satisfecho (intenté arreglarlo dos o tres veces) fue todo un “upgrade” para lo que escribía por aquel entonces, a medio camino entre los robots positrónicos de Asímov, y el T-100 de Terminator 2. Hice otro cuento después, también con Bajavel de fondo, Avatar, y luego otro más que nunca tuvo título, antes de intentar convertir Avatar en una novela.
Supe enseguida que nunca la iba a terminar, pero no la abandoné como hasta tres años después. ¿Por qué? Me di cuenta que estaba haciendo worldbuilding al mismo tiempo que escribía la historia. Incluso si no terminaba la novela, siempre iba a tener de resultado el universo. El “estilo” de Johnny… era mucho más difícil de lo que parecía a primera vista, y si a eso se le sumaba que yo no quería escribir para el Sprawl de Gibson, sino para un universo mío propio, pues qué remedio. Tenía que construir mi universo. En el proceso, Bajavel cambió mucho. De traducción del acrónimo de Low Velocity pasó a serlo del de Low Level (bajo nivel). Y ya no era tampoco sólo una red, sino más bien una tecnoesfera. Pero siempre mantuve su nombre original. Me gusta como suena Bajavel.
Lo más difícil, sin embargo, fue comprender un día que debía dejar atrás finalmente el “estilo” de Johnny… El estilo era sólo el vehículo de la esencia, y lo esencial para mí era poder contar mis historias de cf. El cuento que sigue es el primer intento con el que (por fin) quedé menos insatisfecho que de costumbre.
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